Crónicas de la Venezuela de Chávez

Doménico Chiappe: «Maduro es una agonía que se ha alargado más de lo necesario»

0
March 5th. Thousands of supporters of Venezuelan President Hugo Chavez follow the funeral cortege around Caracas to say the last good bye to their leader.

Mujeres que hablan en un grupo de WhatsApp sobre cómo conseguir comida, alguien que se juega la vida grabando con un móvil desde su ventana a grupos parapoliciales, la melancólica ruina de un actor venido a menos, una aspirante a miss, un boxeador noqueado por la droga, un periodista amenazado por el Gobierno, la hija de un cantante de boleros, un ministro destituido… La historia es siempre la intrahistoria, algo que sabe muy bien Doménico Chiappe. En Largo viaje inmóvil, publicado por la madrileña Círculo de Tiza, el periodista realiza un retrato poliédrico de la Venezuela de Chávez a través de crónicas que se fijan en la vida cotidiana de los venezolanos, en la rutina habitual de las calles lejos de los despachos y de los retratos oficiales. Recuperamos la entrevista que apareció originalmente en Láudano Magazine.


Fotografía: Vasco Szinetar.

El periodista venezolano (aunque nacido en Perú) Doménico Chiappe ha compuesto en Largo viaje inmóvil un libro de crónicas, cuya materia prima son reportajes, entrevistas y artículos de opinión que publicó en diarios y revistas desde los noventa hasta este mismo año. Unos textos cuyo objetivo es «retratar a un país amado por medio de las historias de algunas de sus gentes». En su dualidad de periodista-escritor, Chiappe no renuncia a la exigente vocación del reportero, pero tampoco a su alma de narrador. Crónicas periodísticas que, construidas con los mimbres de la ficción, se leen como relatos.

¿Se puede acceder a la realidad venezolana desde un punto de vista objetivo?
No. Es decir, la objetividad en el periodismo no existe. Frente a la imposibilidad de objetividad, lo que existe es la honestidad, que el periodista sea honesto encuanto a la perspectiva que asume. Y esa honestidad pasa por dos cosas: por mostrar su propio bagaje (cultural, ideológico…), esa mochila que llevas siempre como ser humano, y por elegir personajes para contar una historia que estén tanto de acuerdo como en contra de su posición. Frente a la imposible objetividad está eso: armar reportajes plurales en los que no se oculta al lector la posición personal del periodista. Y esto pasa en Venezuela, donde la cuestión se resume, a grandes rasgos, en una confrontación entre dos polos que ha provocado una política dicotómica. Desde la política se fue haciendo que los dos polos fueran cada vez más extremos, que no hubiera lugar para los grises. Pero cada uno de esos sectores está, a su vez, dividido. La oposición tardó muchísimo en unirse en bloque y, dentro del chavismo, al morir Chávez, emergen luchas intestinas. No quería contar Venezuela desde los despachos oficiales de ninguno de los dos polos. Me interesaba el legado de Chávez para la población a pie de calle. En realidad, en Venezuela no se puede hacer la división entre izquierda y derecha entendida a la europea. No hay esos posicionamientos ideológicos puros.

Pero esa dialéctica de izquierda y derecha sí la utiliza el chavismo.
Claro, porque es su forma de simplificar el discurso y confrontar a la población.

El «nosotros» y «ellos» del que hablas en el libro.
Exactamente, donde señalar al enemigo, englobado en ese «ellos», es, mientras más difuso, más efectivo en su discurso.

En el prólogo, Sergio Ramírez dice que el libro da
«una visión provocadora» de Venezuela. ¿Estás de acuerdo con esta afirmación?
He intentado cautivar al lector. «Provocación» en cuanto a atraerlo, cautivarlo… Y para eso me valgo de las herramientas literarias, pero sin hacer nunca literatura, siempre aferrado al periodismo. Manejo las estrategias de estructura, tensión o de tiempo, sin modificar los hechos, para llegar a un desarrollo, a una epifanía, una resolución. Y asumo la responsabilidad de convertir a una persona real en un personaje. Creo que no he incurrido en el despropósito de tergiversar a ninguna persona con la que estuve o hablé.

El libro, como comentas, habla de la supervivencia diaria de la gente. ¿Por qué crees que la violencia, en ese estado de tensión, no ha ido a más?
Esa es la gran pregunta que yo también me hago. En Venezuela ha habido episodios de estallido social y de muchísima violencia por mucho menos. ¿Qué pasa ahora? Por una parte, están desactivadas las estructuras sociales de base, que son las que movilizan a los sectores que viven en un nivel de supervivencia, que hacen colas para conseguir comida. No hay que olvidar que son diecisiete años de chavismo. Durante este tiempo, la dependencia con el Gobierno ha aumentado día a día debido a sus políticas. Existe rabia, incertidumbre, humillación… Sentimientos que surgen cuando no puedes dar de comer a tus hijos, pero, al mismo tiempo, existen fuerzas paraestatales, cuyos miembros pueden ser tus vecinos, con capacidad de represión e impunidad. Esto puede ser una explicación. Por otra parte, la población que ha resistido al régimen desde horas tempranas, que en realidad son de distinta clase social, no necesariamente la clase alta, no va a renunciar a su oposición pacífica.

«Me valgo de las herramientas literarias, pero sin hacer nunca literatura, siempre aferrado al periodismo»


La primera crónica, La mujer de las heridas abiertas, es un retrato de Caracas como una ciudad muy violenta. De hecho, es una de las ciudades más peligrosas del mundo. ¿Por qué decidiste empezar con esta crónica? ¿No crees que puede marcar demasiado el ánimo del lector?
Creo que Caracas tiene unas singularidades que valía la pena presentar convirtiéndola en un símbolo del resto de Venezuela. Esa parte de la violencia es un elemento de coacción social muy efectivo que no es casual: no es casual que se pase de 3000 homicidios al año a casi 30 000 durante los años que gobernó Hugo Chávez. Además, hablar de Caracas, que es la ciudad en la que me he criado, también me permitía dar claves de ese acercamiento que yo iba a hacer a Venezuela. Primero, en cuanto a mi extracción; segundo, en cuanto a la distancia con la que llego después de estar mucho tiempo fuera (desde 2002, aunque he regresado con cierta frecuencia). Mostrarme, al principio, casi como introducción, es parte del ejercicio de honestidad del que hablábamos. No soy objetivo, no puedo serlo. Cualquiera que te hable de objetividad es un farsante.

¿Echas de menos el periodismo?
Sí, lo echo de menos, desde luego. Cuando emigré no pensaba que iba a estar tanto tiempo alejado del trabajo formal en una redacción. El periodismo es mi oficio ideal y anhelado, y he intentado mantener mi estatus de periodista. Fue interesante comprobar cuál era mi capacidad de campo en 2013, cuando cubrí para Colpisa y El Correo los funerales de Chávez. Descubrí que es algo que se lleva encima una vez que lo has ejercido, y además, tenía muy buenos compañeros: los fotógrafos Álvaro Ybarra y Sebastián Liste y el periodista Jorge Benezra. Hicimos un buen equipo, lo que facilitó las cosas. También la confianza que depositaron en mi trabajo los jefes de los medios con los que me reportaba.

Fotografía: Óscar B. Castillo.

En la crónica Un enjambre de motos rinde los últimos honores cuentas cómo Chávez cambia las estructuras del Estado cuando llega al poder para perpetuarse. ¿Qué crees que pasaría el día después de unas hipotéticas elecciones en las que perdiera Maduro?
Hay muchos escenarios. Hay uno ideal, que es que se respete un hilo constitucional, bajo reglas democráticas con protagonismo del Parlamento. Reconocer que han perdido el apoyo popular, y garantizar que el Ejército respetará esta transición. De allí se puede ir otro extremo, donde sectores del chavismo dan un golpe de Estado contra Maduro, para que las Fuerzas Armadas aparezcan como salvadoras pero garanticen la continuidad de la política del régimen. Pero el chavismo está muy dividido. Hay un sector importante que está negociando una transición en la que se les respeten sus bienes, se produzca una apertura democrática y ellos, de alguna manera, salgan impunes. Y a partir de ahí, todos los escenarios. Recuerda que en Venezuela no hay instituciones judiciales, ni fiscales, a lo que se suman la opacidad y la corrupción.

Todo ese dinero tiene que estar en algún sitio.
Sí, ¿pero dónde? Cuando se intervinieron la Banca de Andorra o el Espiritu Santo Financial Group se descubrió el modo de operar para evaporar ese dinero procedente del petróleo. Hay que recordar que una de las primeras leyes que promulgó Chávez fue para manejar directamente esos recursos. Miles de millones al bolsillo y discrecionalidad total. Se calcula que ingresó alrededor de un billón de dólares. La corrupción, los apoyos internacionales, Cuba, la manutención de la gente que dejaba de ganarse la vida, ya porque había encontrado una forma más fácil o porque se encontraba con un aparato productivo devastado.

VISIÓN AGRIDULCE
En el artículo titulado Músico, uno de los más personales del libro, dices que tú pertenecías a la elite del país y que esa elite no supo responder a los desafíos de Venezuela. ¿Te sientes en parte responsable, como miembro de esa generación, de la deriva del país?
Sí, me siento responsable aunque yo no era parte de la élite del país, aunque estudié en un colegio donde estudiaba parte de los hijos de políticos, empresarios, militares… Cuando tienes esa edad, no te importa qué hace el padre, te importa con quién tienes amistad y con quién vas y vienes. A esa edad no éramos conscientes, posiblemente, del protagonismo que debíamos reclamar. Las generaciones anteriores y nosotros engendramos a un personaje como Chávez.

Hablando de estas crónicas más personales, el libro se cierra con Retorno a Bello Monte, una crónica muy íntima sobre el duelo por la muerte de tu padre, que narras en segunda persona.
Ese fue uno de mis retornos a Venezuela, y sirve como cierre a esa visión agridulce del libro. En este texto se acorta la distancia que intento mantener y hago un ejercicio de simbolismo, quizás. Ese viaje lo utilizo para reflejar mis sentimientos más hondos hacia el país y antecede un texto aún más introspectivo en el que abordo la relación entre la obra, su autor, Venezuela y España.

¿Cómo han sido las reescrituras de este libro?
Los artículos me sirven como materia prima, como los recuerdos. Es decir, la materia prima de cada uno de estos textos fueron artículos que yo ya había publicado, además de fotografías, recortes de periódicos, apuntes, ejercicios de memoria… Mediante la edición y reescritura ensamblo un conjunto que alterna el reportaje con la semblanza. De esos artículos iniciales, tres o cuatro pueden dar lugar a uno del libro; uno puede haberse expandido; de un tema que tuvo repercusión en el momento de publicarse, quizás ahora solo rescato a un individuo. En la reescritura hago un acercamiento desde la persona que soy ahora hacia esos temas que trabajé cuando los justificaba la actualidad.

 

«La violencia es un elemento de coacción social muy efectivo que no es casual»


En el epílogo incluyes una reflexión que me ha parecido muy interesante: el discurso oral ha pasado a la textualidad de las redes sociales, con lo que queda fijado. Esta superficialidad en el mensaje, el eslogan frente a la reflexión, ¿ayuda también al surgimiento de este tipo de Gobiernos?
Claro. La demagogia y el populismo se potencian en una política de plató y de hooligans. Lo que llaman democracia participativa es un montón de gente en una plaza gritando. Si tienes a mil, tienes una muchedumbre importante; si tienes a cien mil, tienes una muchedumbre importantísima, ¿pero cuántos de ellos representan al país, que son millones? La democracia tiene que abrirse más en cuanto a la transparencia, pero la participación tiene que tener normas de juego inviolables que garanticen, por una parte, la decisión de la mayoría, pero que también respete a quienes no forman parte de esa mayoría. La democracia es consenso, más que plebiscitos. El sistema de referendo permanente, de participación política permanente, sirve de coartada para restar libertades, en parte por el agotamiento de la gente. En esos casos, la abstención debería contar en contra, por ejemplo. Lo que tú dices: el eslogan en vez de la reflexión, el discurso emocional en vez del racional; la dicotomía para evitar el debate de ideas.

¿Qué opinas del uso que hacen los partidos en España de la situación venezolana?
Con lo que no estoy de acuerdo es con la simplificación del caso de Venezuela para instrumentalizarlo, ya que es complejo y hay que abordarlo en profundidad. Creo que, antes del surgimiento de Podemos, se ignoró la cuestión venezolana, con algunas excepciones, tanto a favor como en contra. Ahora bien, ¿hay que usar a Venezuela dentro de una campaña electoral? En principio, si no hubiera relación entre los partidos españoles con Venezuela, no se justificaría, pero aquí hay un partido que se inspira en la política y la figura de Hugo Chávez, cuyos líderes trabajaron en Venezuela y que, de una manera que quizás no sea ilegal gracias a la permisividad que amparan la figura de fundaciones y contratos de asesoría, ha cobrado dinero de los venezolanos. Entonces, sí. Es un tema de discusión que tiene implicaciones morales: líderes que hablan de pureza y regeneración, y que han cobrado unas cantidades morbosas en un país donde a las personas les amputan la pierna cuando tienen un accidente de tráfico por falta de recursos en los hospitales, donde la gente con cáncer se muere, incluyendo niños, porque no hay para radioterapia… Pero hay que verlo con perspectiva. El discurso de Pablo Iglesias y Podemos tiene componentes que recuerdan a Chávez: aquí llaman «casta» a lo que él llamó «oligarquía», ese enemigo invisible, la propuesta hueca de cambiar la Constitución o el ataque personal a determinados periodistas. Para mí, cualquiera que admire a Hugo Chávez es una gentuza deleznable. Volviendo a tu pregunta, no estoy de acuerdo en que Venezuela sea el único tema de la campaña, pero me alegra de que sea uno de los temas que interesan, y ojalá no sea una coyuntura electoral.

«Para mí, cualquiera que admire a Hugo Chávez es una gentuza deleznable»

¿Crees que las acusaciones de que España se convertiría en otra Venezuela si Podemos gana las elecciones tienen fundamento?
Como digo en el epílogo, no tiene por qué pasar, pero Venezuela es un espejo en el que mirarse y reflexionar. Las leyes españolas, en cuanto a mayorías, son muy diferentes de las venezolanas, pero también he sido testigo de cuán fácil es seguir ese camino, que comienza con cambios de Constitución y leyes para concentrar poder.

En España se reformó de forma exprés en 2011, de hecho.
Así es, y toda esa confianza ciega que tienen los españoles con la Unión Europea ante cualquier amenaza que pudiera suponer la pérdida de libertades es una ingenuidad. Basta con pactar asuntos económicos para que la comunidad internacional mire a otra parte.

En el libro apenas hablas de Nicolás Maduro. ¿Por qué?
Maduro es una agonía que se ha alargado más de lo necesario. Pero Chávez tampoco es el protagonista del libro, es parte de ese ambiente opresivo que existe y, de hecho, no quería ni una semblanza ni una fotografía de Chávez. Quería que fuese siempre algo ubicuo.

«Toda esa confianza ciega que tienen los españoles con la UE ante cualquier amenaza que pudiera suponer la pérdida de libertades es una ingenuidad»

¿Por qué?
Porque Chávez no es el país. El país es más que Chávez, y eso es lo que yo quería retratar. Maduro ha seguido la inercia. He escuchado a algunos de estos que cobraron de Chávez y que se rindieron a él decir que el problema de Venezuela es que murió Chávez. No. El problema es que destruyó la producción, no hizo el mantenimiento de ninguna de las empresas básicas importantes, ni siquiera las petroleras, desvió todos los recursos del Estado, endeudó al país como nunca lo había estado, embargó parte de la producción petrolera para los prestamistas chinos, alentó la corrupción, la impunidad, desperdició los años de bonanza. Lo de ahora iba a pasar con Chávez vivo o con Chávez muerto.

Entonces, ¿crees que no habría cambiado nada?
Probablemente Chávez hubiera podido maniobrar durante poco tiempo más pero, al final, la calamidad se hubiera impuesto.

Fotografía: Óscar B. Castillo.

¿Crees que la reconciliación es posible?
Sí. Va a ser mucho más fácil de lo que se cree por la idiosincrasia, el carácter, la dinámica del país. Creo que va a ser posible, sobre todo porque el gran saqueo del chavismo, proporcionalmente, lo ha hecho una pequeña cantidad de gente que ha intentado convertir en cómplice a toda esa población que apoyó a Chávez. Solo que toda esa complicidad se evapora una vez que todas esas personas encuentran una situación peor que la anterior. Todavía hay personas con dependencia hacia el caudillo, es una cuestión psicológica interesante, pero la gran incógnita, y sobre lo que se tendrá que trabajar muchísimo, está en el desempeño de esas generaciones que no han conocido nada más y han perdido el tren de la educación. Creo que vendrán años difíciles y muy dolorosos hasta que finalmente se acabe con el régimen de Chávez, pero más temprano que tarde tendrá que venir una reconstrucción y una reconciliación que va a ser más rápida de lo que se piensa, y si las cosas se hacen bien y se tiene paciencia, y la gente comprende que no es posible una solución militar, volverán los ciclos altos de las materias primas y habrá recursos para que en Venezuela se note un progreso.

¿Qué crónicas te imaginas escribiendo sobre Venezuela en cinco o diez años?
Creo que en Venezuela, una vezque haya una apertura y se instale de nuevo la democracia, va a haber mucho que contar sobre las interioridades del régimen y sobre cómo un país ha podido llegar a un punto que resultaba inimaginable. Ni siquiera en las peores distopías se avizoró lo que está viviendo Venezuela: una economía de guerra atroz, incluso con las bajas, producidas no por una contienda bélica, sino por un torbellino silencioso que generó el chavismo. A mí lo que me interesa muchísimo, y seguramente solo cuando se instale la democracia se podrá hacer, es descubrir qué pasaba por la mente de todas esas personas que saquearon el país.●

Dejar respuesta